Todo comenzó cuando los teléfonos móviles, cada vez más inteligentes y repletos de prestaciones, incorporaron cámaras de buena calidad. Estos dispositivos han supuesto una revolución en cuanto al papel social que ha asumido la fotografía, que se ha popularizado. Pero también ha conllevado un grave perjuicio para el sector, que tiene la necesidad de innovar para defenderse de los teléfonos móviles.
¿De qué manera puede defenderse una cámara digital frente a un smartphone? La respuesta la encontramos en la calidad de imagen que proporcionan las cámaras. Y es que son pocos, y bastante caros, los smartphones que se acercan a la calidad que nos puede ofrecer una cámara compacta avanzada.
En primer lugar, ello se debe al tamaño del sensor que utilizan. En la fotografía, la luz es la clave. Y para conseguir buenos resultados incluso con poca luz el papel del sensor es muy importante. En este sentido, la mayoría de fabricantes de móviles incluyen sensores retroiluminados para recoger más luz y captar imágenes con nitidez aunque haya poca iluminación. Es cierto que el resultado es cada vez mejor, sobre todo en los teléfonos de gama alta, pero los sensores de los smartphones siguen siendo más pequeños que los de la mayoría de cámaras compactas y, por tanto, el nivel de detalles y la fidelidad a los colores reales son peores.
También el zoom marca la diferencia. Las cámaras más compactas y ligeras de Sony llegan a tener un zoom óptico de 20 aumentos, mientras que los de los móviles son mucho más reducidos usando en muchos casos un sistema digital. Es decir, con los móviles ampliamos la imagen de forma virtual. Como resultado, se pierde mucho detalle y se pixela la imagen, además de que no suelen alcanzar una distancia muy larga. Las cámaras compactas, en cambio, suelen tener un zoom óptico un poco más amplio y la imagen se amplía a través de las lentes, de manera que la imagen mantiene su calidad.
Otra razón que demuestra que las cámaras compactas son mejores que las de los móviles es que las primeras nos permiten tomar fotografías a contraluz, algo que para los smartphones es muy complicado. Todos sabemos que los contraluces son situaciones delicadas, pero las cámaras compactas cuentan con herramientas para ajustar los niveles. Los smartphones, en cambio, suelen “quemar” las zonas con luz. En estos casos necesitarían, además, tener flashes de mayor alcance para compensar la zona oscura y la más cara, ya que tienen flashes LED cuyo alcance es bastante corto.
Otra pieza clave para conseguir fotos nítidas y vídeos con movimientos suaves es el estabilizador de imagen, que contrarresta el temblor de nuestra mano. De momento, la gran mayoría de teléfonos no lleva o incluye un estabilizador digital, menos efectivos que los de las cámaras compactas.
La principal ventaja de los móviles respecto a las cámaras es la conectividad, aunque pronto dejará de serlo porque los fabricantes ya han empezado a integrarla también en las cámaras compactas. Sin duda, las cámaras siguen siendo la mejor elección si queremos fotos de calidad y no simples instantáneas.