Es humano pretender mantener el control sobre la información personal, pero esto resulta casi imposible ya que los sitios no pueden limitar lo que otros usuarios hacen con el material que está en sus páginas. Y cuando lo hacen, alguien enseguida le encuentra la vuelta.
Más sensato es considerar que todo lo que subimos a Internet se convierte en algo pública (aunque no debería ser así).
Por eso, no hay que cargar en nuestro perfil de Facebook ni cualquier otro servicio el material que no estaríamos dispuestos a mostrar a desconocidos. Eso reduce considerablemente el espectro de lo que conviene poner en línea, pero nos garantiza que no habrá sorpresas desagradables en el futuro.
La regla es: si podemos decirlo en público, si podemos publicar ese texto, mostrar esa foto o video a cientos de miles de personas desconocidas, entonces es lícito subirlo a Facebook. Si no, mejor es pensarlo dos veces. Por ejemplo: nunca hay que informar cuándo uno está de vacaciones o de viaje ni por cuánto tiempo ni a dónde.
En el caso de fotos y videos, por ejemplo, es menester asegurarse de que no estamos poniendo en evidencia nuestra dirección postal, los horarios familiares, la escuela a la que van nuestros hijos, la existencia de un patrimonio que pudiera tentar a sujetos malintencionados.
Conviene evitar, dentro de lo posible, publicar fotos de chicos menores de edad. Nunca, por ningún motivo, hay que subir fotos de los hijos de nuestros conocidos, familiares o amigos. Debemos tener siempre presente que esa potestad es exclusiva de sus respectivos padres.
(Continuará).